jueves, 20 de abril de 2017

¿Dictadura constitucional o Cleptocracia en la administración cultural?

Reflexiones sobre el estado de la administración cultural en Bolivia.
La historia nos muestra que los gobiernos de Mussolini, Pinochet, Hitler, Franco, Castelo Branco, etc...y seguimos la lista de dictaduras hasta ahora en países como Venezuela, Bielorusia, Camboya, Vietnam, Tailandia, Yemen, Egipto, Arabia Saudita, Bolivia, todos desde una violencia normalizada y consitucionalizada, que con el paso del tiempo se vuelve más peligrosa que la dictadura armada diaria, porque logra instalarse décadas en el sistema inmunológico de cada ciudadano, adormeciéndolo con la democracia electoral como instrumento para perpetuarse y justificarse en el poder.
Lo particular de la historia es que todos estos gobiernos empiezan con un debilitamiento adrede en la administración cultural, para instaurar los ministerios de cultura como lo que fueron creados en su origen: órganos de propaganda política. Ayer leí la noticia de que en el Centro Plurinacional "disponen reestructuración con destituciones", esto no es novedad, hace 5 años, sucedió lo mismo en el Centro Patiño de Santa Cruz, y ningún medio visibilizó esta violencia administrativa, las ventajas de ser institución privada hacen que se visibilice solo su programación de actividades y no así su hermenéutica administrativa a base de despidos y amedrentamientos para exigir renuncias.
Estas dos instituciones, Centro Plurinacional y Centro Patiño, ambos de la ciudad de Santa Cruz siguen impunes, en especial las personas que dirigen de este modo, algunos con más de 17 años instalados en la entraña de su mina, siguen administrando a base despidos o amedrentamiento para que las personas renuncien o simplemente se las despida con el cobarde argumento de "reestructuración de organigrama y definición de nuevos perfiles para los cargos".
Todo ello es una señal más del vacío que hay en cuanto a lo jurídico-institucional en favor de los trabajadores de la cultura, ante el Ministerio de trabajo y la ley del trabajo, no existe este perfil laboral, por lo tanto no hay forma de defenderse ni de hacer justicia. Estamos viviendo en todas las instancias, privadas y públicas, un sistema de dictadura constitucionalizada combinado con la cleptocracia y respaldada por la misma ley, ambas son administraciones basadas en el miedo, y al que no tiene miedo y dice de frente su punto de vista, o se atreve a disentir con el" modus operandi" de sus "jefes" se lo elimina.
Es evidente la lógica de anulación y desmembramiento del capital humano pensante en el interior de estas instituciones, así como es evidente la anulación del elemento artístico, creativo, democrático. Se está viviendo una violencia estructural normalizada y aceptada desde el silencio, porque si expresas, en cuestión de horas tus teléfonos son intervenidos, tus cuentas de internet hackeadas, tus seres queridos amenazados por quienes detentan el poder, tanto en el Centro de la Cultura Plurinacional, como en el Centro Patiño de Santa Cruz.
Una vez más, se repite la historia, como señal de que solo aprendemos de nuestras propias experiencias y no de la lectura u observación de lo que otrora o ahora mismo viven otros seres humanos. Finalmente diré: la historia demanda empatía humana, para no repetirse y cerrar ciclos de aprendizaje, como bien dijo Gabriela Mistral: La humanidad es todavía algo que hay que humanizar. Lo único que puedo hacer desde el confín del mundo, es estudiar, escribir, meditar, decir desde aquí lo que observo y siento en el alma.
El tiempo nos dará más respuestas, mientras tanto elijo mi paz, decir desde aquí y el aprendizaje de vida que nos deja cada experiencia.

sábado, 15 de abril de 2017

Institucionalidad de la Cultura



Reflexiones y provocaciones sobre el estado de la administración cultural en Bolivia.


Hay hitos que marcan el progreso o retroceso de una cultura, estos están definidos por la ética y el modus operandi de quienes viven determinado momento histórico. En estos momentos son útiles las preguntas, la duda, la reflexión, y en ese sentido nos animo a preguntarnos y respondernos: ¿Cuáles son las prácticas y valores de nuestras instituciones culturales, sus directores, presidentes?, ¿qué rol histórico tienen la sociedad civil, el público, los artistas y cultores?, ¿qué podemos hacer para evitar el menoscabo de los trabajadores de la cultura?

Considero que la gestión cultural es un modo de cuidar y activar el potencial de lo que somos y tenemos como sociedad, y para hacerlo es importante registrar los momentos históricos que han propiciado el progreso de la sociedad y sus instituciones, sus actores principales y sus dinámicas internas; luego visibilizar estos procesos, para aprender y seguir avanzando. Así mismo la gestión cultural es multidimensional y multidisciplinaria por excelencia, y se requiere una interacción diaria con el entorno donde se la ejerce, para tomar decisiones desde la ética y la creatividad.

En la gestión y administración cultural adentro y afuera de las instituciones es imprescindible la disidencia, ya que posibilita la constante autocrítica y autoconciencia del modus operandi de las instituciones y de la dinámica sociocultural en sí; la disidencia permite un constante diagnóstico del corpus cultural. Para esto sirven las preguntas, la duda, la “re-flexión” de afirmaciones, negaciones o polarizaciones respecto a determinados temas que preocupan a muchos y que no terminan de salir a la luz.

Se observa un momento de quiebre en la administración cultural del país, a nivel público hemos pasado a la politización de la cultura, y a nivel privado persiste la indiferencia y el silencio ante los diversos despidos y exigencias de renuncia a los trabajadores de la cultura que suelen ser disidentes en el interior de la institución o tener coraje para manifestar sus criterios y evidenciar el modus operandi de sus directores y/o presidentes, asumiendo las consecuencias de desmedro por parte de quien detenta el poder en la “biósfera cultural”.

Parece ser que el quiebre de la administración cultural radica principalmente en la ausencia de normas básicas que respalden la labor del trabajador de la cultura, adentro o afuera de una institución, entonces cada quien (instituciones y administradores) hace lo que consideran pertinente ante la inexistencia de la figura “trabajador cultural” en la ley del trabajo, y como hay intolerancia al que piensa diferente, se empieza a administrar desde el amedrentamiento, la desarticulación de un equipo que otra gestión deja, el despido  con motivo recurrente de “reestructuración de organigrama” desde que se ingresó al cargo, y finalmente se concurre en la organización de reuniones de café o escritorio para menoscabar la trayectoria de quienes causaron molestias a la institución desde las redes o desde adentro de la misma institución.


Finalmente se deja ver la falta de idoneidad, actualización y contextualización de las personas que dirigen las instituciones culturales, y encima la palabra cultura se vuelve tramposa al no haber un marco jurídico-institucional que respalde a los trabajadores de la cultura en un país que se jacta de su plurinacionalidad y diversidad cultural.