viernes, 7 de agosto de 2009

I ENCUENTRO POR LA PAZ Y LA INCLUSIÓN SOCIAL: WHY BOLIVIA 2009

FUENTE:
Revista Escape / Vidas
Changos y bolivianos Una generación que cuestiona y sueña el país


Diversos, alegres y propositivos, 100 muchachos y muchachas de todo el país se reunieron en La Paz para compartir su experiencia de ser “joven y boliviano”. La unidad es el mensaje que los une.


Texto: Jorge SorucoFotos: Ronald Melgarejo


¿Qué es ser joven en Bolivia?, ¿cómo se relacionan los “changos” entre ellos?, ¿qué necesitan?, ¿qué sueñan?... Más de 100 muchachos de todo el país buscaron respuestas a estas preguntas en tres días de convivencia.


En el Encuentro Nacional de Jóvenes por la Paz y la Inclusión Social, cambas, collas, chapacos compartieron problemas y alegrías. Al final, reunieron sus conclusiones en un documento que será distribuido por “Wayna Hilaña Yanapaña” (“Vamos a ayudar al joven a crecer” en aymara), organización que planificó el evento a principios de julio en La Paz.


“Yo no quiero discriminación”
Manuel Quilla Calsina está molesto. El alteño, de 21 años, recuerda una ocasión en la que se sintió como un extranjero en su propio país. “Bajé a la zona Sur vestido con poncho y ll’uchu y la gente me evitaba como si los fuera a chicotear”, comparte en el auditorio de la Universidad Católica de Bolivia (UCB) de La Paz, donde se desarrolló la reunión.
Su comentario desata una avalancha. Otros jóvenes también recuerdan experiencias similares. En todas las mesas de trabajo las posturas coinciden: la discriminación es un mal “muy grave”.
Varios de los changos creen que la segregación dificulta el ser joven boliviano porque “no nos dejan serlo”, según exclama furibundo el beniano —mojeño, no camba— Vladimir García Umadai (17). “Qué importa de dónde vengo o de qué color soy, ¡soy boliviano!”, añade con fervor Marco Antonio Valencia (20).


“Yo no quiero que exista discriminación basada en raza, nivel socio-económico o sexo. Necesito sentir que escuchan mis inquietudes, expectativas y que entienden que mi forma de hablar es parte de mi identidad cultural”, reclama José Ignacio Mengari (19), de la Chiquitanía.
Durante dos horas, los jóvenes discuten. Todo, en buena onda, con una que otra risa paliando la atmósfera. De vez en cuando, las discusiones se acaloran; pero el respeto y la camaradería no se pierden en ningún momento.


Así, cuando la cruceña Claudia Vaca Flores (24) critica la susceptibilidad nacional —“Me molesta que nos enojemos cuando alguien nos discrimina”—, choca con Wilma Mamani Choque (19), la representante de Patacamaya que le replica: “No es posible no molestarse cuando te hacen a un lado, pero la clave es usar esa rabia para salir adelante”.
Estas contrincantes ideológicas se unen cuando alguien introduce en la charla la segregación de género. La mecha está encendida, todas las chicas comienzan a acribillar a sus compañeros varones. “Por ser mujer no quieren que participe”. “Algunos changos me dicen que debo quedarme en la casa a cocinar”. “Me miran raro cuando tomo decisiones”, son algunos de los reclamos.
“Yo necesito que me acepten”


La siguiente dinámica requiere que los chicos pinten un retrato suyo. En su figura deben ilustrar lo que consideran hace a un boliviano. La mayoría trata de plasmar su necesidad de aceptación.
“Es difícil ejercer de boliviano cuando te miran como si fueras anormal porque eres gay”, asegura Jorge Luis Menchaca Gareca (21), mientras que el cochala Joaquín Morando (19) resume el pedido general: “Yo necesito vivir en una sociedad donde me acepten tal como soy, con mis ideas, creencias y forma de vida; donde valoren mis diferencias y me respeten”. Al tiempo que se habla de lo malo se van viendo soluciones y se buscan formas para “ejercer” de boliviano, con unidad.
Yo quiero unidad


Al final del encuentro, Johanna Nogales (19), de Oruro, pide “Quiero a mi Bolivia unida y fuerte por sus diferencias y su diversidad”. Su colega paceño, Joaquín Mendoza (17), concuerda: “Yo necesito que en Bolivia seamos unidos entre razas y culturas”.
Esa meta se plantea con una serie de retos por cumplir “de nosotros los changos, que somos el futuro”, dice Manuel. Otros coinciden en que el camino es conocer el país y a su gente.
El primer paso para encontrar la respuesta lo dieron ya. El encuentro los obligó a mirar al “otro” y mediante la convivencia tendieron puentes en el país. Estos 100 jóvenes, miniatura de la diversidad nacional, iniciaron el camino hacia un diálogo verdadero: escucharse completamente.
Manuel Quilla calsina (El Alto)


Manuel (21), uno de los facilitadores del “Encuentro nacional de jóvenes por la paz y la inclusión social”, es un alteño orgulloso que considera que el futuro del país está en la ciudad de El Alto y, especialmente, en sus “changos”. “Como bolivianos compartimos toda una historia y una cultura entre todos, más allá de donde vivimos”, dice aunque reconoce que hay dificultades para ejercer a plenitud la “bolivianidad”, especialmente relacionadas con las disputas entre las diferentes regiones.


“A veces creo que más que una patria, tenemos dos, hasta tres países en uno. Así me hacen sentir los que hablan mal de los collas, cambas o chapacos”, opina.
Asimismo, Manuel lamenta la vigencia de la discriminación. “Me ha pasado, cuando he bajado a La Paz, que, si estaba con poncho o un ll’uchu, mucha gente me tenía miedo, como si yo fuera a chicotearla”, recuerda.
La solución —cree— debe partir de su generación, siempre y cuando los jóvenes trabajen para obtener espacios. “Debemos buscar formas para que la gente escuche nuestras propuestas y nos tome en cuenta”.


Anastasia Ramos Guarachi (Sucre)
Anastasia es el vivo reflejo de lo que es ser boliviano. “Yo soy de todo un poquito”, se define esta orgullosa mujer de pollera que nació hace 19 años en La Paz. “Yo vengo de un pueblito chiquitito de este departamento”, cuenta. Cuando era niña, emigró con sus padres hacia el sur del país y su familia se instaló en Chuquisaca; fue por ello que estudió y creció en la ciudad de Sucre. “Vengo de todo lado: soy paceña, soy chuquisaqueña, soy sucrense, pero, por sobre todo, ¡yo soy boliviana!”, exclama.


No obstante, no fue fácil para Anastasia ejercer su nacionalidad y, al mismo tiempo, conservar las costumbres de sus padres. “Cuando estudiaba en la capital me preguntaban: ‘¿por qué no te quitas la pollera?; ponte vestido para vivir mejor en la ciudad’. Pero yo no quise renunciar a mi herencia, a la cultura de mis abuelos”, reafirma. El futuro de Bolivia —considera— se debe afianzar en la memoria y el compromiso. “Hay que meterle duro al trabajo para demostrar que tú vales”, dice y recomienda: “no debemos olvidarnos de dónde venimos. Eso es lo que nos hace bolivianos, toda la historia”.


Marco Antonio Valencia CoÍmbra (Cochabamba)
“Cochala, k’ara y voluntario”, así se define Marco Antonio (20), quien considera que el ser boliviano es “la cosa más fácil, pero al mismo tiempo la más complicada”.
“Ser boliviano es mucho más que haber nacido en el país. Significa que tienes una relación profunda con su gente, con su historia; hasta ahí es fácil ser de esta nación. Lo difícil viene cuando te toca a ti dar a la patria. Eso es lo que realmente te convierte en boliviano, cuando das a tu país más de lo que le pides”, argumenta.


Pese a su pasión, Marco Antonio reconoce que es muy difícil ejercer su nacionalidad, ya que hay ciudadanos que rechazan a quienes son diferentes a ellos.“No es mi culpa haber nacido medio blanconcito. Eso no me hace menos boliviano, aunque hay quienes creen que yo soy un ‘k’ara de m...’. Tal vez lo sea, pero no por eso no soy de este país, yo pertenezco a mi Cochabamba querida”, reclama.
Marco cree que la solución parte del trabajo por el país, la búsqueda de un diálogo honesto y el aprendizaje a escuchar “al otro”. Asimismo, asegura que los jóvenes deben “perder el miedo a participar”. “Tenemos que involucrarnos más, quizá ser voluntarios o que se yo, pero influenciar en la sociedad”.


DiegO Armando Tucupa Zegarra (Rurrenabaque)
Diego (17) es un riberalteño de pura cepa. Amante de la vida pacífica y del trabajo duro, detesta la violencia y la discriminación. A él no le resulta difícil ser y ejercer su nacionalidad boliviana. “Como mi pueblo es muy pacífico, no hay mucho problema. Todos sabemos que somos bolivianos y nadie te lo discute; pero sé que fuera de Riberalta la cosa es más difícil, ya que hay gente que agrede a otra sin ningún motivo”, opina el beniano.
Diego, sin embargo, no es ajeno a la discriminación o al rechazo al “otro” y, aunque él no fue víctima de este tipo de agresiones, sí fue testigo de este comportamiento.
“Nada justifica que agredas a otra persona porque es diferente. No importa si es colla, camba o chapaco; joven o viejo, todos somos bolivianos y debemos trabajar para entendernos por el país y por el futuro”, sentencia.


Al igual que sus compañeros del Encuentro, Diego cree que el camino está en el trabajo y la participación activa de los jóvenes. “Tenemos que eliminar la violencia entre nosotros. Para ello debemos involucrarnos más y hacer escuchar nuestras opiniones y sentimientos”.
Vladimir García Umadai (Trinidad)
“Ser boliviano es facilísimo. Lo difícil es aceptar que otra persona sea de este país, que sea igual a ti y tenga los mismos derechos y obligaciones”, opina Vladimir, un trinitario que se enorgullece de sus raíces moxeñas.


El beniano de 17 años no es extraño a la discriminación y el prejuicio. “En el occidente no falta el desubicado que me trata de camba. No lo soy. Al ser beniano soy moxeño”, reclama.
Es por ello que considera que se necesita mucho esfuerzo para construir Bolivia. “Primero, tenemos que aceptar que no somos los únicos con derecho. Segundo, soy consciente que los jóvenes tenemos pocas oportunidades. Y, tercero, tendemos a rechazar lo que no conocemos, lo nuevo”.


En este sentido, Vladimir es del criterio que encuentros, como el organizado por WHY Bolivia, son muy importantes, ya que empoderan a los jóvenes y les permiten entablar contactos con personas de otras regiones del país. “Conociendo al ‘otro’ puedes escucharlo correctamente, sin pelearte.
Asimismo, les permite conocer mejor a Bolivia. “Hay tantos lugares tan bonitos que es imposible decidir cuál es mi favorito, me gustan todos por igual”, reconoce el orgulloso moxeño.
Wilma Mamani Choque (Patacamaya)
Wilma no es indiferente a la lucha por sus derechos. A sus 19 años, la originaria de Patacamaya es la Alcaldesa juvenil de su municipio.
“No fue fácil. Tuve que venir hasta La Paz para conseguir apoyo ya que, como soy mujer, además de joven, muchos no querían que ocupara el cargo. Eso me molestó mucho y me impulsó a trabajar para cambiar las cosas”, cuenta la dirigente juvenil.


Para Wilma, la solución a los problemas del país comienza con la canalización de la irritación por las “cosas que no funcionan como deberían”. Este malestar, en los jóvenes, se debe convertir en la energía necesaria para expresar sus opiniones, para encontrar su espacio de participación pública, propone.
Durante su campaña, Wilma se enfrentó a la discriminación. “Porque soy mujer me decían que debía quedarme en la casa, no meterme en política. Al ser de Patacamaya, no era muy bien recibida en la ciudad”. Sin embargo, perseveró para ejercer su bolivianidad. “Yo amo a mi tierra y pienso trabajar por ella. Eso es lo que significa ser una boliviana de verdad, el poder identificarte con tu gente y con tu país”.


Jorge Luis Menchaca Gareca (Potosí)
Para el joven potosino Jorge Luis (21) la solución a muchos de los problemas de la bolivianidad parte de conocer todo el país. “Al menos deberíamos visitar todas las capitales de departamento, conocer a sus habitantes para entenderlos, ya que no puedes querer lo que no conoces. Yo estoy en ese proceso, todavía me falta conocer algunos lugares”.
El potosino está convencido de que, cuando se logra el conocimiento del “otro”, se llega al entendimiento. Al comprender el pensamiento y costumbres de los demás, “recién se puede hablar de la inclusión social y la construcción de una cultura de la paz en Bolivia”, agrega.
En su criterio, esto es muy necesario en el país, donde los estereotipos fraguan las interacciones entre los paisanos. “Por ejemplo, de Potosí piensan que es sólo un departamento altiplánico, frío y que nosotros somos tercos”. Esto dificulta que muchos puedan “ejercer” de bolivianos. “Molesta que no podamos expresarnos como queremos, que no nos acepten como compatriotas. Los prejuicios son el principal impedimento para que todos amemos a Bolivia”.


Dahir Margüay Tarqui (Cobija)
Para Dahir (17) no importa tanto el lugar de nacimiento como donde uno se crió. “El territorio no es tan esencial, al menos no tanto como la forma en la que te educás. Si creciste siendo boliviano, compartiendo esta cultura, entonces no importa si vives en la China, vos sos tan boliviano como nosotros”.
Hasta la realización del Encuentro, Dahir nunca había salido de su natal Cobija, pero su interés por pintar su propio cuadro de lo que es la bolivianidad lo trajo a La Paz. “Al hablar con otros es que conocés como es, realmente, el resto de la gente. Así podemos definir cómo somos los bolivianos en realidad y así aprender a aceptarnos”, comenta el joven.
Pero este proceso no es fácil, los estereotipos se atraviesan en el camino. “No me gusta que algunos me digan oligarca, que soy un autonomista, no saben nada de mí, pero ya me califican”.
Para frenar esta actitud, Dahir considera que su generación debe buscar más espacios de participación para hacer escuchar su voz.
“Debemos movilizarnos, dándonos a conocer y que atiendan nuestras necesidades. Así, yo creo, podremos unirnos en un solo país, dejando detrás nuestras diferencias”, dice este pandino que gusta de La Paz.


Ciprian Villalba Vargas (Monteagudo)
Para Ciprián, la bolivianidad es un concepto que se extiende más allá del territorio nacional. “El mapa es sólo una representación de lo que es ser boliviano”, considera el chaqueño de 24 años.
Para el nativo de Monteagudo, ser boliviano implica una relación profunda entre la cultura nacional, la herencia familiar y cultural, la actitud y los lazos que existen con el territorio donde naces, aunque éstos se expanden fuera del mapa nacional.
Incluso considera como parte del mosaico boliviano las preconcepciones que se tienen sobre las diferentes etnias y regiones del país. “Son las formas en que nos vemos las que también nos hacen parte de la nación, aunque tenemos que demostrar que no somos así. Por ejemplo, a nosotros los chaqueños nos dicen que somos muy machistas, que tratamos a las mujeres como nuestros caballos. Falso”, cuenta molesto Ciprián.
La forma correcta de pintar un mosaico de bolivianidad es, para este chaqueño, el conocer mejor a los “otros” bolivianos, de integrarse con ellos y, así, “realmente lograr una identidad nacional correcta”.


Claudia Vaca Flores (Santa Cruz)
“A mí lo que me preocupa es que nos molestemos cuando alguien dice algo malo de nuestra región, de nuestra etnia o por qué somos mujeres u homosexuales. Si queremos que Bolivia progrese socialmente debemos evitar que esto nos lastime”, asegura Claudia, una cruceña de 24 años, que sin embargo, reconoce que el ser indiferente ante la discriminación es un desafío, sobre todo con el concepto de “diálogo” que permea la mentalidad nacional. “Hablamos tanto, que no nos escuchamos. Siempre estamos tratando de demostrar que estamos en lo correcto que no logramos escuchar nuestros errores ni las sugerencias de los demás”, admite Claudia.
En el criterio de la representante cruceña, esta actitud lo único que hace es separar a los bolivianos, ignorando la historia y cultura que lo que los conecta. “Ser boliviano implica más que nacer en la misma tierra. Estamos unidos por una historia en común, por una cultura que, sin importar de dónde seas, pues contiene elementos de todo el territorio. Eso es lo que nos hace bolivianos”, afirma Claudia.


Desde su punto de vista, la solución reside en fomentar la interacción con otras personas, para no agrandar la separación entre ellas.